En otra época, donde hoy vemos el hielo y grandes bloques rocosos, se extendían praderías de ricos pastos, en los que se alimentaban abundantes rebaños
Es una cita de Santiago Broto, recogiendo también otra previa de Jean Escudier, donde se plasma la leyenda que pesa sobre los Montes Malditos. Un macizo ganado para la epopeya hace ahora 151 años. Símbolo del valle de Benasque y referencia tenebrosa propagada por los franceses en el siglo XVIII (siglo de las Luces), aunque conocida por el país dos centurias antes.
Los franceses, paisanos durante tanto tiempo, creían de verdad que la montaña estaba maldita, y que era mejor no parar ante sus fauces. Los benasqueses, se limitaban a denominarla Maladeta, con el prefijo mala, que quiere decir lo más insigne, lo más alto, y la terminación –eta, mut corriente en la toponimia altoaragonesa.
Los catalanes la conocieron como La Malehida.
Por sus alrededores, en el siglo XIX, algún escritor romántico vio y dejó plasmado en sus legajos a pastores que debajo de sus albardas caminaban sobre la nieve con un compuesto de madera y cuerdas, precedente de los esquiadores que desafían a la gravedad por las pendientes de Cerler, o transitan más agradablemente por los alrededores del antiguo Hospital de Benasque.
Porque los de Benasque se han caracterizado a lo largo de la historia por querer vivir en paz y por superar las adversas condiciones que la naturaleza les presentaba.
Los benasqueses han defendido siempre con orgullo el antiguo tratado de “Lies et Passaries”, que les permitía comerciar al otro lado las fronteras, en tiempo de paz, y en tiempo de guerra “cuomo si era buono pax”. No es motivo de rareza, pues la acomodación perfecta que sus descendientes han tenido a épocas en donde el turismo ha sustituido a sectores productivos antes más potentes, caso de la agricultura y ganadería.
Uno de los más ilustres ciudadanos benasqueses, de casa Cornell, fue ministro de la Guerra, y que el castillo de Benasque a principios del siglo XVIII, cuando la guerra de Sucesión, en la que Cataluña y Aragón se oponían al pretendiente francés, era “uno de los mejores de Europa, y con larga fama de inconquistable”, según Dangeau, uno de los oficiales galos que acosaron continuamente la fortaleza.
La superación del medio hostil ha sido otra de las constantes del habitante de este valle y del Solano de Benasque, donde se mantiene con cierta pureza etnográfica el modo de vivir de antes. Hoy el conjunto del país es conocido por lo agreste de su naturaleza, con un paraíso paisajístico como pocos, y lugar ideal para practicar el turismo-aventura. Hay más de 60 tresmiles concentrados en este valle.
«Aqueros mountagnos que ta houtos soun, / m’empachon dé beze mous amous oun soun”.
«Aquellas montañas que tan altas son, me impiden ver dónde están mis amores”.
Canción que cantaban los guías del otro lado de estos montes cuando acompañaban a los pioneros del montañismo a principios del siglo XX.
FUENTE: Ed.Prames