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La leyenda cuenta cómo el Barón Artal de Mur convenció al mosén de Aínsa para que una vez al año celebrara una misa en honor al diablo.

Según cuenta la leyenda el Barón Artal de Mur convenció al mosén de Ainsa para realizar una vez al año una misa en honor al Diablo después de que éste le ayudara a proteger la vida de su hijo en la batalla.

Vivía el Barón de Artal cerca de Aínsa. Apartado de las batallas a causa de su avanzada edad, pasaba los días practicando en solitario la caza en sus tierras. Una tarde, después de andar toda la mañana sin encontrar ninguna presa, se recostó dormitando bajo la sombra de una chopera. Le despertó un leve ruido junto al arroyo cercano. Al incorporarse, distinguió una jabalina que, al verle, echó a correr. La siguió de cerca y justo al llegar al pie del MONTE PERDIDO, la jabalina se detuvo en seco, dio media vuelta y dijo: “No me mates y obtendrás a cambio tu recompensa”. El barón no daba crédito a lo que veía y oía y, ante su sorpresa, la jabalina marchó tranquilamente. Esa misma noche estando ya en su casa, se quedó dormido junto al fogaril. De repente escuchó un fuerte chisporroteo en el fuego, uno de los troncos se abrió por la mitad y surgió de su interior una figura envuelta en llamas.

-“Vengo -le dijo- a agradecerte en persona que no me hayas matado esta tarde con tu venablo. En agradecimiento, tienes mi promesa de que a tu hijo, que combate junto a las huestes de Don Pedro el Rey, no le sucederá nada en la batalla, pues queda desde este momento a mi cuidado. En prueba de lo que digo, aquí tienes este presente.»

El hombre de fuego cogió un tizón al rojo vivo y lo dejó encima de la cadiera. Después, las llamas del fogaril se separaron y entre ellas desapareció el misterioso personaje.

A la mañana siguiente le despertó su esposa con grandes aspavientos. Le contó que había tenido un extraño sueño en el que una doncella le decía que su hijo volvería sano y salvo. Como estaba convencida de que era la Virgen María, pidió construirle una ermita en su honor.

El barón Artal de Mur, miró a su lado. El tizón ardiente se había convertido en oro. Así que prometió a su esposa que construiría la ermita, pero con la condición de que una vez al año, las oraciones y los ritos sagrados se hicieran en memoria del Diablo. Fue necesario convencer al mosén de Aínsa de que aquella idea no era brujería ni herejía, sino que le impulsaba la mejor voluntad de convertir al demonio. Desde entonces celebraron la Misa del Diablo.
FUENTE: LEYENDA POPULAR RECOGIDA ENTRE OTROS MUCHOS SITIOS EN: GUTIÉRREZ LERA, Chema, Breve inventario de seres mitológicos, fantásticos y misteriosos de Aragón. PRAMES. Zaragoza 1999.

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