Es el testigo inmutable del paso del tiempo. El tejo (taxus baccata) fue quizás el árbol mitológico por excelencia de los antiguos pobladores del norte de España.
Se han apuntado varios posibles motivos, como su extraordinaria longevidad, por lo que puede tomarse como árbol de la vida; también puede ser debido a su elevada toxicidad (es el árbol más venenoso del pirineo): es el árbol de la muerte.
Dioscórides llega a escribir que «el tejo ofende gravemente a los que a su sombra se duermen o asientan, y aún a veces los mata».
Ovidio representaba el camino al infierno «agradablemente» bordeado de tejos. Otra posible causa sería su lentísimo crecimiento y, otra más, defendida por diversos autores, argumentaría que el tejo infunde respeto por el color de su follaje, verde oscuro, por su grueso tronco, por la disposición amplia de sus ramas y copa, así como por sus llamativos frutos rojos.
En una palabra, el tejo es viejo y juicioso, es un árbol sin edad, siempre verde, y por tanto síbolo de la vida eterna. Es el testigo inmutable del paso del tiempo.