La primera semana de julio se ha celebrado el 90 aniversario del Parque Nacional de Ordesa. Su creación se debió al esfuerzo de un puñado de precursores empeñados en salvar el bucardo y proteger los valores de un enclave prodigioso.
Ordesa es, por solo 25 días, el segundo parque nacional más antiguo de España después del de Covadonga, un lugar emblemático que se creó gracias al esfuerzo de un puñado de precursores empeñados en salvar al bucardo de la extinción y preservar los valores de un enclave sublime. La idea de crear unos espacios especialmente protegidos denominados parques nacionales cuajó de esta forma en España procedente de Estados Unidos. Sin embargo, resulta curioso comprobar que, un siglo antes de su creación, Ordesa era un valle aún no descubierto.
Hasta principios del siglo XIX, los únicos que conocían Ordesa eran los contrabandistas, los pastores y los cazadores. Esa gente no sabía escribir o no se preocupaba de hacerlo, así que fuera de los valles nadie tenía noticia de la existencia de este y de otros muchos enclaves del Pirineo.
Los pioneros del turismo de montaña empezaron a explorar la cordillera a finales del siglo XVIII. Eran franceses, normalmente aristócratas, que hacían excursiones desde balnearios como el de Barèges o el de Saint Sauveur. Así, poco a poco, fueron adentrándose hacia el sur y ‘descubriendo’ lugares como el circo de Gavarnie, pero aún estaban lejos de las crestas.
Todo cambió con la llegada al Pirineo de Louis Ramond de Carbonnière en 1787. Su objetivo era llegar a lo más alto, y durante 15 años no paró hasta descubrir la ruta a la cima que los cazadores llamaban ‘moum -perguti’, la montaña perdida.
El ‘descubrimiento’
En 1802, el barón de Carbonnières logró hollar, por fin, la cumbre de Monte Perdido. No fue el primero, porque se le adelantaron tres de sus guías y también existen serias sospechas de que diez años antes ya había hecho cima un grupo de españoles. Esto no evitó que su ascensión convirtiera a Ramond en padre del pirineísmo. Además, desde la cima de Monte Perdido el francés avistó el cañón de Ordesa, y le llamó tanto la atención que a los pocos días cruzó a España por el puerto de Bujaruelo y se dedicó a subir el curso del río Arazas.
Durante la primera mitad del XIX, los relatos de este legendario montañero atrajeron a otros pirineístas que intentaron subir primero al Perdido y más tarde a otras montañas como el Cilindro, el pico de Marboré, los Astazus…
Uno de ellos fue el gran Henry Russell, que a su vez atrajo a muchos otros con sus escritos sobre el Pirineo. Sus guías, los mapas de otros ilustres como Franz Schrader y la construcción de varios refugios hicieron que en último tercio de siglo parajes como Ordesa, el cañón de Añisclo o el de Escuaín se popularizaran y cada vez atrajeran a más visitantes.
El penúltimo servicio del bucardo
Este era el contexto en el que se planteó la necesidad de dotar de una figura de protección a Ordesa. La creación del parque nacional se debió en gran medida al bucardo.
El último ejemplar de cabra montesa pirenaica murió en enero de 2000, pero 90 años antes, en 1910, la especie ya había desaparecido de casi todos sus santuarios franceses y españoles por culpa de la caza. Las últimas manadas de bucardos sobrevivían en las abruptas laderas de Ordesa, y los pirineístas, escandalizados, se movilizaron para intentar poner fin a esa masacre.
Entre esas voces críticas destacó la del francés Lucien Briet, el acicate para que las autoridades españolas se pusieran manos a la obra. Briet y otros pesos pesados del pirineísmo como Schrader o Henri Beraldi reclamaron en sus artículos y en sus libros la protección de Ordesa frente a la caza, la pesca, la deforestación, la presión el ramoneo del ganado… Pese a todo, el artífice de la puesta en marcha del Parque Nacional de Ordesa fue un español: Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa de Asturias, llamado el padre de los parques nacionales.
Si Ramond dio a conocer Ordesa y Briet fue el acicate para su protección, Pidal fue el verdadero impulsor del parque. Él es quien debería tener una estatua por todo lo que hizo por Ordesa.
Nacen los parques nacionales
Ya en 1909, Pidal reclamaba públicamente una reserva para el Pirineo. Cuatro décadas antes, en 1872, Ulisses Grant había firmado en Estados Unidos el decreto de creación del Parque Nacional de Yelowstone, pero en Europa también había ejemplos de este tipo en Suiza, Suecia y Rusia. El marques de Villaviciosa de Asturias llevó sus peticiones al Senado en forma de proposición de ley y el conde de Romanones, entonces presidente del Gobierno, acabó atendiendo ese y otros muchos ruegos. El 7 de diciembre de 1916 se aprobó la Ley de Parques Nacionales y cuatro meses después se constituyó la junta encargada de velar por esos espacios, presidida por el propio Pidal.
Alfonso XIII firmó el real decreto de creación del Parque Nacional de Ordesa o del Río Ara -así se llamó entonces- el 16 de agosto de 1918. El enclave nació con solo 2.088 hectáreas, las que quedaban encerradas entre los riscos que ciñen el curso del Arazas. Seis décadas después, en 1982, la reserva se ampliaría hasta las 15.608 hectáreas actuales, incluyendo también los valles de Añisclo, Escuaín y Pineta. Desde entonces, se denomina Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Los primeros conflictos
Pese a la declaración, los inicios estuvieron llenos de conflictos. Pidal se encontró muchas dificultades para proteger al bucardo y al sarrio, y también tuvo que batallar para que el Estado cumpliera con lo prometido al valle de Broto: una carretera hasta Biescas, mejora de las comunicaciones con Francia, compensaciones a los afectados…
Además, en varias ocasiones se vio obligado a proteger el parque de agresiones externas. Especialmente memorable fue la carta que el marqués de Villaviciosa de Asturias envió al entonces ministro de Fomento para impedir la construcción de obras hidráulicas en el río Arazas. «Un Santo Cristo con un par de pistolas hace mayor maridaje que un parque nacional con un salto de agua aprovechado», le espetó Pidal. Como puede comprobarse, 90 años después, muchas de esas cuestiones siguen de rabiosa actualidad.
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FUENTE: Heraldo de Aragón