Llegan los mayencos al río Ara. El día alarga, la temperaturas ascienden y las nieves desaparecieron de manera súbita de las cimas del Vignemale, del Cilindro, del Taillón y el Monte Perdido. Los valles y los barrancos se inundan de una agua blanca, estruendosa. A partir de ahora y hasta final de junio el Ara es un imponente espectáculo desde su nacimiento en el macizo del Vignemale y en todo su recorrido de norte a sur por Bujaruelo, la Garganta de los Navarros, donde se une al Arazas que baja de Ordesa, su paso por Torla , Broto , Sarvisé, Fiscal, el desfiladero de Jánovas, Boltaña y su muerte en Aínsa , donde regala sus aguas al Cinca.
El Ara es el gran señor del Pirineo aragonés. Es el último río virgen, el último recorrido salvaje. Son 70 kilómetros de longitud llenos de naturaleza salvaje en la zona limítrofe del Parque Nacional de Ordesa. Los amantes de los deportes de aventura pueden gozar de sus excelencias practicando rafting y piragüismo. En este curso del Sobrarbe nunca ha intervenido la mano del hombre, aunque hace medio siglo estuvo a punto de levantarse una presa en Jánovas.
Otros grandes cursos fluviales del Pirineo aragonés no han tenido la misma suerte. El Cinca, el Ésera, el Gallego, el Aragón o el Noguera Ribaforzana perdieron su virginidad hace muchos años y se construyeron presas que le hicieron perder su personalidad.
Misión
«Los ríos son las arterias naturales del territorio. Su papel es transportar agua, sedimentos y nutrientes, creando un paisaje y unos ecosistemas, un corredor ecológico que conecta las montañas con las tierras bajas», explica el investigador aragonés Alfredo Ollero. «El Ara cumple a la perfección con este cometido tras salvar un desnivel de 2.500 metros».
Los remotos pobladores de sus riberas ya intuyeron que era un río modélico. «Ahora los científicos y naturalistas lo consideramos el mejor ejemplo para explicar el funcionamiento hidrológico, geomorfológico y ecológico de los ríos pirenaicos», apunta Ollero.
La alta calidad de sus aguas se demuestran porque allí viven especies como la trucha, la madrilla, la locha, el desmán o la nutria y se han censado 120 especies nidificantes. «Este patrimonio natural ha sobrevivido gracias a la sabia explotación de los recursos que han ejercido los habitantes del Ara». Hoy viven menos de 2.000 personas en su cuenca, la cuarta parte que hace un siglo y 40 pueblos están deshabitados. La principal actividad del Ara es ahora la pesca deportiva, el rafting y el descenso de canoa.
La cuenca del Ara, con una superficie de 718 kilómetros cuadrados, se instala en la parte central del Pirineo Aragonés. Nace en la cara sur del pico Meillon (2.930 metros), al noroeste del Vignemale. Tras una larga sucesión de estrechamientos con rápidos y artesas glaciares en las que se remansa, recibe al río Otal y alcanza Bujaruelo.
El río drena en su mayor parte terrenos calizos (28%) y de flysch (45%). Presenta huellas glaciares desde la frontera hasta las proximidades de Asín de Broto. «Hace 60.000 años, en el máximo glaciar, la lengua de hielo que descendía por el valle alcanzaba casi los 30 kilómetros de longitud». En Ordesa el hielo alcanzaría los 800 metros de grosor y en Torla 370 metros.
La cuenca del Ara se caracteriza por la presencia de extensos bosques, que representan un 47% de la superficie de Broto o un 29% de Torla. Su pendiente media es del 3% y sus principales afluentes son el Otal, Arazas, Sorrosal, Chate, Forcos, Guargas, Sieste y Ena.
Uno de los lugares más bellos es la Garganta de los Navarros. Tiene una longitud de 6 kilómetros y una pendiente media del 4,5%. Recibe afluentes de fuerte pendiente. Hay tramos en los que el Ara se encaja, otros en los que se remansa o forma rápidos. La erosión fluvial es importante en este rincón. Poco después se une al Arazas en el Puente de los Navarros.
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VISTO EN: El Periódico de Aragón. ->
Fotografías: pirineosordesa