La cabra, que fuera capturada un año antes para poder colocarle un transmisor que permitiera seguir sus movimientos, se hallaba bajo un árbol caído, lo que hace suponer que pudo morir a consecuencia de un golpe.
La extinción de la subespecie era temida desde principios de siglo, cuando apenas quedaban una decena de ejemplares en el cañón del río Arazas de Ordesa. La captura de una de ellas en 1996 para cruzarla en cautividad no surtió efecto. En un segundo intento, se soltaron dos machos de cabra hispánica en la zona donde habitan los bucardos para tratar de que la última hembra quedara preñada, pero la operación también fracasó. A pesar de que en los años 70 ya se constató que apenas si quedaban 20 ejemplares, no fue hasta la década de los 90 cuando se tomaron iniciativas para tratar de asegurar su supervivencia.
Era un endemismo del Pirineo.
En enero de 2000 se dio por extinguida la especie Bucardo, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Biólogos y guardas forestales así lo manifestaron, aunque también aclaraban que «había desaparecido hacía 100 años». La caza furtiva, una mala política de conservación y comportamientos poco respetuosos acabaron con el animal más representativo de los montes de Ordesa.
De sobras son conocidas historias como esta: «En una comida del patronato del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido hubo dos menús distintos. Uno para los miembros del patronato y otro para los choferes. A los primeros les ofrecieron ternasco, pero a los otros les sirvieron bucardo. Seguramente, era una cabra que se había despeñado, y no se les ocurrió mejor idea que cocinarlo y ofrecerlo como un delicioso manjar». Escuchar esta historia puede dejarnos a más de uno atónito, pero este comportamiento tan poco razonable, es solamente uno de tantos ejemplos de cómo el ser humano ha ido acabando con esta subespecie desde ya principio del siglo XX, cuando quedaban algo menos de 20 ejemplares.
Hacia 1900 el Bucardo estaba medio extinguido, y durante el siglo apenas se ha trabajado ni se ha hecho nada para evitar su extinción. Una mala gestión, y una ayuda que llegó tarde hizo el resto.
Pero quizás lo más importante que ha llevado a esta situación ha sido desde siempre la actitud de los habitantes de la zona: antes de que Ordesa fuera declarado Parque Nacional (en 1918), la caza furtiva era una práctica demasiado habitual entre lugareños y muchos nobles de Europa. A pesar de no contar con un censo, los hechos y las historias que se escuchan del lugar hace pensar que era muy numerosos.
Como muestra… a un médico de Huesca se le encontraron en casa dos bucardos disecados. Fácil imaginar cuántos más habría matado. En Torla se conoce de buena tinta el furtivismo que se dio en Ordesa. Incluso los propios guardas del Parque lo han admitido antes de ser protectores de la naturaleza.
Se conoce una historia de un ruso que alquilaba casa Oliván para, desde una ventana y con su rifle de mira telescópica, disparaba y cazaba a los bucardos. Desde que Ordesa fue declarado Parque Nacional el furtivismo disminuyó, pero esto no fue suficiente para preservar esta especie animal. Y eso que la administración acertó al hacer guardas a los furtivos del lugar. De este modo se supone que disminuyó esta actividad.
También se puede oír hablar de un francés de Gavarnie (espléndido cazador) al que siempre le tocaba el corzo que se sorteaba en las fiestas de Torla. Y de cómo muchos ingleses utilizaban las clavijas de Cotatuero, cuyo único fin era el de poder llegar con más facilidad al refugio de los bucardos.
Todos estos relatos se remontan a finales del s.XIX y principios del XX, épocas de máximo «esplendor» del furtivismo del bucardo. Más tarde, al finalizar la Guerra Civil, con la «excusa» de que no había víveres y la gente pasaba hambre, se dedicaron a cazar, alegando que «algo hay que comer».
Lo más triste es que aún más recientes son otras historias, como esta, de los años 80. En una revista de caza se podía leer la noticia de que un cazador había capturado una medalla de oro de bucardo, que situaban en una localidad de los Pirineos. No podía tratarse de otro lugar que Ordesa, porque es aquí donde se refugiaron los últimos bucardos de este siglo.