En general asociamos paisaje y medio natural y lo percibimos como un conjunto, no por los elementos que lo forman, normal porque todos estos elementos conforman todo el conjunto. En los valles de Bielsa y Tella, que están situados en el norte de Sobrarbe, y están bañados por el río Cinca y Yaga. En estos valles tenemos ejemplos de paisajes de alta y media montaña, donde los relieves glaciar y kárstico han dejado sus huellas en las formaciones calizas, donde son numerosas las especies vegetales y animales. El hombre también ha conseguido una simbiosis con la naturaleza.
La orografía
El Monte Perdido es el macizo calcáreo más alto de Europa y, en la parte superior, los hielos de las glaciaciones del cuaternario dejaron sus marcas.
Los glaciares del Cilindro y de Monte Perdido, en la parte de España, son los restos de los antiguos hielos que ocuparon estos valles. El glaciar más importante partía del circo de Tucarroya, atravesaba lo que hoy es el valle de Pineta y llegaba hasta donde hoy se sitúa Salinas de Sin, a 800 m. de altitud. A este se le unía el que bajaba del Barrosa.
Hasta hace un tiempo se pensaba que el glaciar del Cinca se unía con el Cinqueta, llegando al estrecho de las Devotas, pero no se han encontrado restos que lo confirmen, debido en gran parte a la naturaleza de la roca caliza, que se erosiona fácilmente por disolución o corrosión.
En el valle del río Yaga, la altitud es menor que en el Cinca y su orientación es hacia el sur, esto provoca que sea un lugar menos favorable para el desarrollo y permanencias de estas masas de hielo, pero hay restos de una morrena final más arriba de Escuaín, en la parte llamada As Balles Altas.
Al retroceder, las masas de hielo dejaron formas muy características, destacando el valle de Pineta, típico valle glaciar, con su forma de U, por sus paredes abruptas y lisas y su fondo llano.
Cerca encontramos otras formaciones que también son típicas: morrenas, ibones (Trigoniero, El Cu, L’Almunia o Marboré) o imponentes circos de forma semicircular (Barrosa, Gurrrundué o La Sarra).
También es importante la erosión producida por el agua en la roca caliza, que origina una serie de relieves característicos. En la superficie, debido a la disposición casi horizontal de los estratos, se forman los lapiaces, conocidos como rayares, con sus típicos canales y crestas afiladas y que a veces tienen gran desarrollo, superando el metro de profundidad.
La mayoría de veces el agua se introduce, a través de sumideros, en galerías interiores que si se hunden forman depresiones (dolinas o poljes), si su tamaño es muy grande.
Cuando el agua encuentra una capa de roca impermeable vuelve a salir al exterior, son las surgencias, chorros o bibers, un ejemplo de estos efectos son el Chorro de Fornos o la Fuente de San Marcial.
En su camino interior el agua va configurando unos sitemas de simas, que tienen gran importancia, ya que se encuentra la tercera integral más larga del mundo por longitud y la quinta de España por profundidad. Es el llamado sistema de Badalona, ya que fue el Grupo de Espeleología de Badalona los primeros en explorarlo entero.
Su entrada está situada en las Planas de Revilla y la salida, a 1.151 m. más abajo, en los Bibers d’o Campillón, o las Fuentes del río Yaga.
El agua que no es captada por los lapiaces se escurre por la superficie y forma los barrancos. Según la fuerza erosiva del agua y de los materiales que transporta, excavará desde estrechas gargantas y gorgas a amplias badinas, en función de la dureza de los materiales que atraviese, como pasa en el río Yaga y sus afluentes.
El clima
El clima ha variado con el paso del tiempo, y ha facilitado la presencia de distintas especies que, llegadas en momentos en que las condiciones eran mucho más favorables para su desarrollo aquí que en zonas europeas más norteñas, se han convertido en endémicas del Pirineo central. La oreja de oso (Ramonda myconi) que coloniza las fisuras de los roquedos con poco suelo y donde el agua suele ser escasa; la borderea pyrenaica, habita los canchales donde aprovecha el calor recogido por las rocas y la humedad y nutrientes que existen bajo ellas; y por último, la Pinguicola longifolia, una planta insectívora que come pequeños insectos voladores y se sitúa en zonas frescas y húmedas, son algunas de las especies más destacadas.
En la actualidad encontramos un clima continental, con una oscilación térmica en los valores diarios entre el día y la noche como en los anuales entre el verano y el invierno. Por otro lado, tampoco las precipitaciones son homogéneas, teniendo gran importancias las tormentas, sobre todo en verano, que aumentan la media anual y que pueden incluso hacer de ésta la estación más húmeda del año y que, al tiempo, producen numerosos daños materiales. En las zonas más bajas, este clima continental tiende a ser subterráneo y en las más altas se acerca al clima mediterráneo de montaña.
La vegetación
Todos los fenómenos anteriores condicionan la riqueza, variedad y distribución de las especies vegetales. Pero también el hombre tiene un papel destacado, ya que ha ido dejando su huella, provocando incendios, talando los árboles o roturando bosques para crear zonas de pasto y cultivo que han alterado la vegetación preexistente, del mismo modo que el actual abandono de tierras favorece e la regeneración de la vegetación primitiva.
En las zonas más bajas de los valles, junto a los cursos fluviales, encontramos la vegetación propia de los sotos y las comunidades de ribera. En las zonas más próximas al cauce de los ríos se sitúan los sauces, muy flexibles, y los chopos. Según nos alejamos, y disminuye el efecto de las crecidas, aparecen el álamo temblón, el fresno, la dulcamara o la ajedrea.
La media montaña es el terreno preferido por los quejigares, en cuyos claros crecen el enebro, el boj, el guillomo o los arces, compartiendo territorio también con el pino laricio o nasarro.
Donde el suelo es más pobre, en las solanas y lugares venteados, encontramos la carrasca, asociada al boj y, a veces, a la gayuba, formando el carrascal montano, que aquí alcanza su límite septentrional europeo, puesto que no pasa a Francia.
En los ambientes poco soleados y en los barrancos, debido a la humedad, aparecen los robles, rodeados de gran variedad de frondosas: abedul, avellano, serbal, mostajo, fresno, boj y diferentes helechos, entre otras. Es el bosque mixto. También es territorio para la haya, mezclado con el quejigo o dentro del bosque mixto.
Al aumentar de altitud aparecen los pinares de pino silvestre o royo, de gran extensión en estos valles. Podemos decir que cerca de Revilla se encuentra el tercer árbol más longevo de esta especie entre los estudiados en la cordillera pirenaica, con unos 360 años de vida.
Los pinos, según el terreno, se acompañan de enebro, aliaga, erizón, gayuba, espliego y bufalaza, y también el terreno preferido de los hongos.
En la alta montaña, el bosque que alcanza mayor altitud, hasta los 2.200 m., es el pino negro. En altura se va sustituyendo por arbustos, la bufalaza, el enebro, la gayuba, el rododendro y el arándano, hasta llegar al pasto alpino y la total desaparición de vegetación, que en las partes más altas se reduce a las fisuras de los roquedos más protegidos.
La fauna
Las especies animales son más difíciles de situar en un ambiente concreto debido a su movilidad, aunque prefieran ámbitos concretos. La variedad de especies es muy amplia, aunque desgraciadamente, han desaparecido otras muchas, como la anguila, el ciervo, el lobo, el oso o recientemente el bucardo.
Las del medio acuático, nombramos a dos anfibios muy característicos, la rana pirenaica, de aspecto muy similar a la temporaria, y que fue descubierta hace unos pocos años, y el tritón pirenaico. No hay que olvidar otras como el mirlo acuático o la nutria.
Del medio forestal son importantes, por su número y variedad, los insectos, entre los que destacan el ciervo volante, la rosalía alpina o la mariposa isabelina. Es el hábitat preferido de aves como el urogallo, el águila culebrera, el azor, el cárabo, el pito negro, el trepador azul o el zorzal, entre otras. También es el lugar donde podemos encontrar mamíferos como el corzo o la marta.
En la zona alta de los puertos, en alta montaña y en los roquedos que existen en estos lugares, podemos ver liebre europea, perdiz pardilla, quebrantahuesos, bisbita alpino, chovas, perdiz nival o armiño. También hay otras menos espectaculares, como la lagartija pirenaica, que vive en alturas superiores a los 2.000 m. y se mueve con temperaturas cercanas al punto de congelación.