La protagonista de la primera ascensión femenina a la cima de 3.355 metros de altitud fue la alpinista británica Ann Lister en verano de 1830, una mujer no del todo comprendida y a la que en un principio no sólo se le ignoró, sino que se llegó a dudar maliciosamente de la veracidad de la hazaña.
Durante mucho tiempo, la cima del Monte Perdido resultó la cumbre más codiciada del Pirineo: no en vano, sus luego «competidores», el Vignemale y el Aneto, no fueron ascendidos sino hasta 1838 y 1842, respectivamente. Pero, durante el primer cuarto del siglo XIX, todavía se podían contar con los dedos de una mano los montañeros que habían seguido los pasos de Ramond de Carbonnieres (1802): Béranguer (1805), De Marsac (1815), Parrot (1817) y Arbaní¨re (1820). Parecía inconcebible que esta orgullosa prominencia de 3.355 metros pudiese a recibir la visita de alguna dama. Y, sin embargo, cierta inglesa se iba a encargar de hacerlo realidad.
La protagonista de la primera ascensión femenina al Gigante Calcáreo se llamaba Ann Lister, y había nacido en Halifax un 3 de abril de 1791. En compañía de una amiga, lady Stuart, pasaba el verano de 1830 en el balneario de Saint-Sauveur. Tras realizar diversas excursiones por la zona con el guía Jean-Pierre Charles, miss Lister pensó en abordar una meta más ambiciosa: el Monte Perdido, al que había distinguido desde la cima del Pic Bergons, el día 19 de agosto.
La ruta al Perdido.
Su caravana, compuesta por el guía Charles y el cazador Étienne, saldría a caballo de Saint-Sauveur el 24 de agosto, para acercarse hasta Gavarnie, donde pernoctó en el histórico Hí´tel des Voyageurs. Al día siguiente, el trío tomó el camino de las Échelles de Sarradets y superó el circo de Gavarnie, dirigiéndose al difícil glaciar de la Brecha de Rolando. Al atravesar este gran portal, Lister pudo apreciar, en el muro del lado español, la inscripción de la duquesa de Berry, su antecesora en la Brecha de Rolando. La inglesa llegó a dormir a una de las cabañas de pastores de Góriz.
La mañana del 26 de agosto, Charles condujo a su cliente por la ruta acostumbrada en 1830, la de las Escaleras del Monte Perdido. Salieron de Góriz a las tres y cuarto de la madrugada: tras superar las tres «escaleras» de fajas rocosas, lograron alcanzar la cúspide del Monte Perdido a las ocho de la mañana. El récord de altitud femenino en el Pirineo quedaría así fijado sobre esos 3.355 metros que, en aquel tiempo, eran la cota más elevada que nadie podía alcanzar en esta cordillera. Ann Lister permaneció media hora en el Perdido, disfrutando de esas bellas vistas desde las alturas que tanta fama le han otorgado a la montaña de Ramond Carbonnií¨res. Mas no tendría demasiado tiempo para saborear su éxito: le esperaba el duro camino de descenso hasta Góriz, la bajada por Ordesa y consiguiente excursión a Torla. Finalmente, esta inquieta viajera regresaría el día 27 a Francia por el puerto de Bujaruelo.
La ascensión de miss Ann Lister al Monte Perdido, en el curso de su primera campaña pirenaica, apenas tuvo resonancia. Durante años se pensó que esta mujer sólo fue la protagonista de la primera visita turística al Pique Longue del Vignemale, en 1838. Y, aun en esta aventura, la fama casi le fue arrebatada por el Príncipe de la Moskowa.
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Fuente: Marta Iturralde Navarro. Heraldo de Aragón