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Sobrarbe es una de las nueve comarcas oscenses. Está situada al norte de la provincia. Limita con las comarcas de la Ribagorza por el Este, el Serrablo por el Oeste, el Somontano por el Sur y con Francia por el Norte. Breve Historia de Sobrarbe

«Reino antiguo en la provincia de Huesca, partido judicial de Boltaña. Es una región o término situado en el centro del Pirineo de Aragón. Su extensión de norte a sur es de 12 leguas y 10 de este a oeste. Confina por esta parte con el antiguo condado de Ribagorza, del que lo separa la cordillera de montañas llamada Troncedo, porque corta los lí­mites de este paí­s, por cuyas faldas accidentales corre el rí­o Ésera; por el sur con el territorio de Barbutano, ó sea la Hoya de Barbastro, de que lo divide la célebre sierra de Arbe, de quien toma el nombre de Sobr-Arbe o Sobrarbe, por estar situado sobre ella, la cual se extiende sobre el Cinca de Alcanadre, tomando en esta extensión los nombres de Sierra Naval, de Alquézar y de Sevil, por ser jurisdicción de estos pueblos; por el oeste con el antiguo condado de Aragón, del que lo separan las vertientes de las montañas que recorren desde Bujaruelo en la parte correspondiente a Torla, pasando por el Sobre Puerto en dirección al origen del Alcanadre, cerca de los pueblos de avellano y Aspe; y por el norte con el reino de Francia, del que lo separan los Pirineos, que parten desde Bujaruelo hasta el origen del Ésera, sobre Benasque

pp.319-320 P. Madoz, Diccionario geográfico-estadí­stico-histórica, 1845-1850, ed. Facs., Ámbito Ediciones, Valladolid, 1.986.

Los orí­genes de la comarca así­ como los de sus primeros pobladores todaví­a hoy están rodeados de grandes interrogantes y dudas. La falta de datos y pistas al respecto es importante, al contrario de lo que sucede en nuestras regiones vecinas -Cataluña y Paí­s Vasco- donde los descubrimientos y hallazgos prehistóricos son mucho más abundantes para esta misma época.

En los últimos años han comenzado a proliferar campañas sistemáticas de excavaciones que han ido aportando resultados interesantes que hacen presagiar el hallazgo de otros nuevos, para entre todos conseguir descifrar algo más sobre los primitivos pobladores de estas montañas.

El nombre de Sobrarbe -según indica P.Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadí­stico-Histórico de 1.845-50- parece ser que tiene su origen en la ubicación geográfica de dicha comarca. Sobrarbe está separado del territorio Barbutano -Barbastro- por la Sierra del Arbe. Es pues de esta sierra de donde toma el nombre nuestra comarca, sobre Arbe -por encima de-, para llegar a la denominación actual de Sobrarbe. Mucha gente tiene la idea equivocada de que el nombre proviene de la abundancia de agua («sobra» agua). Esta idea es errónea.

Los hallazgos más antiguos localizados hasta la fecha corresponden al Paleolí­tico superior. Se trata de unos trazos sobre arcilla blanda denominados «macarroni » hallados en la cueva del Forcón -Toledo de la Nata- ubicada en la vertiente meridional de la Peña Montañesa. Estos primeros pobladores formaron comunidades pastoriles dedicados a la recogida de frutos, cobijándose en abrigos naturales y cuevas. En otra cueva, la de los Moros, situada a la entrada del cañón de Añisclo, fue encontrado un asta de un ciervo extinguido a finales del Paleolí­tico, la cual presentaba muestras de haber sido trabajada por el hombre.

Pertenecientes ya al Neolí­tico y en las cuevas del Forcón y de la Puyascada -Toledo de la Nata- ubicadas en la Peña Montañesa, fueron encontrados restos de cerámica radial. También aparecieron restos de este tipo en la cueva de Miranda, en Palo. En estas mismas cuevas también fueron localizados restos de las edades del bronce y del cobre. Además, a esta misma época pertenece el dolmen de Tella, monumento megalí­tico caracterí­stico de aquellos pobladores.

A la edad del bronce corresponde un hacha de talón encontrada en el valle de Vió. También existen otros de esta era en la cueva de Tella. Otras pistas que pueden contribuir a aclararnos un poco más la identidad de los antiguos pobladores de esta comarca son los nombres. Pueblos de origen y lengua vascona pasaron por Sobrarbe tal y como se desprende de nombres como Javierre, Revilla o Belsierre.

La primera noticia escrita que habla de la existencia de un pueblo en el Pirineo aragonés proviene de historiadores romanos. Estos citaron a los «jacetanos» como pobladores de una zona comprendida entre el rí­o Gállego y el Veral. Su capital era Jaca. Nada se sabe con certeza sobre si habí­a pueblos más al este ocupando las riberas del Ara, Cinca o Ésera. Posteriormente llegaron los romanos a España. En poco más de un siglo ocuparon y se apoderaron de toda ella, aunque parece que no proliferaron mucho en las zonas montañosas. De esta época han sido encontradas monedas en Boltaña. También a esta misma época corresponde la constatación de un Pagus Gistavensis -Valle de Gistaí­n- Territorium Barbotanum -Aí­nsa- y Territorio Boletanum -Boltaña.

Tras la caí­da del imperio romano y su consiguiente desaparición de estas tierras, llegaron los visigodos. De esta época data la llegada a nuestra zona, según reza el santoral, de San Urbez y de San Victorián. Ambos fueron inicialmente moradores de rudas cuevas perdidas entre bosques y fuentes de estas montañas. Posteriormente, el primero de ellos construyó una pequeña ermita en la entrada del valle de Añisclo; San Victorián fue nombrado abad del monasterio del mismo nombre, ubicado en las faldas de la Sierra Ferrera.

Los visigodos mantuvieron conflictos con los francos, por este motivo establecieron guarniciones en Gistaí­n -Castavi- y en Boltaña -Volotonia. En ambos lugares se llegaron a acuñar monedas de oro.

En el siglo VIII los musulmanes invadieron España, al poco tiempo ya habí­an conquistado toda la pení­nsula. Los Pirineos quedaron de esta manera en medio de dos grandes imperios. Al norte el imperio de Carlomagno, al sur el musulmán. Es durante esta época cuando nació Aragón como tal, a partir del mí­tico reino de Sobrarbe. Fue en esta época cuando, según reza la leyenda, tuvo su origen la Cruz de Sobrarbe.

Varios condes francos en distintas ocasiones intentaron establecer enclaves militares a este lado de los Pirineos sin conseguirlo. Hacia el año 800, un conde franco llamado Aureolo instaló un asentamiento militar en un lugar indeterminado. La muerte de Aureolo en el año 809 fue aprovechada por el gobernante de la Marca Superior de Al-Andalus para invadir con éxito Sobrarbe.

En la misma centuria, Galindo I (830-864) logró instalar otro enclave militar, este en el valle de Hecho. Trasmitido a sus sucesores, comenzó la dinastí­a condal aragonesa. Tras fracasar las tropas francas en su intento de conquistar Huesca en manos de los musulmanes, y durante su retirada, consiguieron conquistar nuevamente la posición de Sobrarbe. Se nombró sucesor de Aureolo a Aznar Galí­ndez I. Sobrarbe pasó a ser un protectorado franco dependiente del Condado de Ribagorza, y posteriormente del Reino de Navarra.

Ya en el siglo X, en el Alto Aragón habí­a tres condados: Aragón en el O. bajo dominio navarro; Sobrarbe en el centro y Ribagorza al E. Sobre el año 1.000 estos condados en particular, y todo el Alto Aragón en general, fueron ocupados por los musulmanes, al frente de los cuales figuraba Abd-al-Malik, hijo de Almanzor. Entre 1.016 y 1.018 Sancho el Mayor de Navarra conquista de nuevo a los musulmanes las posiciones de Aí­nsa y Boltaña. El rey navarro Sancho el Mayor fue el primero que unificó bajo su poder los dichos condados. Cuando dividió dicho reino entre sus hijos, a Gonzalo (1.035) le correspondió el Condado de Sobrarbe.

En el año 1.044 pasó a manos de su hermano en condición de rey de Aragón, Ramiro I (1.035-1.064). Tras la muerte de su hermano Gonzalo, Ramiro I unió al primitivo territorio aragonés, el reino de Sobrarbe y Ribagorza. A partir del siglo XI Sobrarbe y Ribagorza, tras extenderse rápidamente hacia el sur el territorio cristiano, perdieron importancia polí­tica, militar y económica. Fue a partir de entonces cuando estos territorios comenzaron a forjar sus propias instituciones, así­ como sus sistemas económicos y sociales con carácter propio.

Centrándonos de nuevo en Sobrarbe, enseguida aparecieron dos pueblos que comenzaron a destacarse del resto, fueron Boltaña y Aí­nsa. Este segundo se erigió en la capital de Sobrarbe. En ambos pueblos también se levantaban sendos castillos. Los restos más antiguos del castillo de Aí­nsa datan del siglo XI, si bien, buena parte del mismo se construyó o modificó durante el siglo XVI, pues a finales de este siglo, Felipe V declaró a Aí­nsa como plaza fuerte.

Mandó construir una fortaleza para la defensa de la frontera, pues se temí­a una invasión por parte francesa. Esta lí­nea defensiva de castillos, torres y núcleos fortificados estaban enlazados visualmente. Su misión no era otra más que proteger los caminos de acceso a Sobrarbe, lí­mite fronterizo del imperio cristiano que desde el oeste, se prolongaba hacia el este hasta alcanzar las estribaciones del mar mediterráneo. La ubicación de estas construcciones se repartí­a por pueblos tales como Pano, Abizanda, Olsón, Arcusa, Buil, Morcat, Monclús, Samitier, Muro de Roda, Aí­nsa, Boltaña, etc.

De finales del siglo XIV data un documento encontrado en el Museo-Biblioteca de Lourdes (Francia) llamado de Pacherias (=Facerí­as). Se trata de un tratado de paz firmado el 10 de julio de 1.384 entre el valle de Barí¨ge y el de Beousa -Bielsa-. Al mismo tiempo, es el más viejo de los tratados conocidos entre ambos valles. En el mismo ya se citan tanto la Ermita de la Virgen de Pineta como la Ermita de la Virgen de Heas.

Durante el siglo XVI, la zona noreste de Sobrarbe -valles de Gistaí­n y Bielsa- se convirtió en refugio y a la vez zona de actuación de innumerables cuadrillas de bandoleros que se dedicaban a practicar fechorí­as de todo tipo. Asaltos, robos, asesinatos, falsificación de monedas, pero sobre todo, contrabando -caballos generalmente- eran las principales actividades de estos bandoleros. Durante ese destacaron por su perversa actividad bandoleros como Felipe de Bardají­, natural de San Juan de Plan, o Lupercio de Latrás entre otros.

Al mismo tiempo, las actividades que ocupaban a toda la población de Sobrarbe, estaban polarizadas por una dura y a la vez que paupérrima agricultura y ganaderí­a a través de explotaciones agro-silvo-pastoriles, siendo la trashumancia una actividad muy corriente. Se trataba de una economí­a de autosuficiencia.

Habí­a muy poca circulación de dinero, el trueque era la transacción más extendida. Fue durante finales de este siglo cuando mayor esplendor alcanzaron las explotaciones mineras de los valles de Bielsa y Gistaí­n. Fueron las primeras las que más actividad y renombre alcanzaron. Predominaban las minas de hierro, aunque también se aprovechaba mineral de plomo y plata como en el caso de Bielsa o cobalto en San Juan de Plan. Las caballerí­as cargadas de mineral de hierro bajaban cargadas hasta Bielsa y Salinas, donde se ubicaban sendas fundiciones -fargas o ferrerí­as-. Estas instalaciones se alimentaban de ingentes cantidades de carbón vegetal que otras personas se encargaban de proporcionarles, eran los carboneros.

Restos de la explotación minera de BielsaA causa de esta actividad, Bielsa llegó a convertirse en una rica villa. Acudieron ferreros vascos, navarros y franceses. El dinero circulaba con cierta fluidez, no sin razón esta villa llegó a contar con tres médicos, tres cirujanos, tres notarios, varios senadores, algunas prostitutas y muchos contrabandistas. Debemos recordar que las verjas del Monasterio del Escorial están confeccionadas con hierro procedente de estas minas. Llegó a alcanzar tal prestigio el hierro de estas minas que, en las cláusulas que se firmaban para la construcción de muchas obras, se hací­a constar especí­ficamente que la procedencia del mineral no deberí­a ser de otro lugar sino de Bielsa, (S.Pallaruelo). Hacia el año 1.568 la frenética actividad minera desplegada tanto en el valle de Bielsa como en el de Gistaí­n propició graves enfrentamientos por causas no muy bien conocidas. Los protagonistas de los mismos fueron vecinos de Bielsa por un lado y los de Traseto (nombre con que en aquella época se denominaba a los habitantes de la Comuna: Sin, Senés y Serveto) por el otro.

También durante este siglo fueron muy patentes las luchas antiseñoriales. En Sobrarbe concretamente fue muy patente la lucha de los vasallos contra la baroní­a de Monclús -constituida por este pueblo y otros siete lugares más-. Lo mismo sucedió en Ribagorza, donde los vasallos se alzaron contra el conde de Ribagorza. Consecuencia de este beligerante siglo fue la aparición de casas con torres fortificadas. Estas construcciones podemos observarlas en varias edificaciones de La Fueva, donde llegaron a alcanzar gran profusión.

A principios del siglo XVIII Aí­nsa sufrió con creces las consecuencias de la Guerra de Sucesión, fue incendiada. Poco a poco se fraguó su reconstrucción. Por aquel entonces, Aí­nsa sólo era visitada por algunos militares con el fin de vigilar las fronteras con el paí­s vecino. Sobrarbe permanecí­a anquilosado, era una zona donde no habí­a nada más que pastores y leñadores. La vida giraba alrededor de las unidades familiares y de las casas o «masadas». Estas se agrupaban en aldeas de 15 ó 20 casas alrededor de una iglesia, generalmente de estilo románico.

Para todas estas construcciones se utilizaban materiales autóctonos. Para los tejados losas de arenisca en la parte media y baja de Sobrarbe, en la zona más norteña, lindando con Francia, aquella era sustituida por la pizarra. Para los muros de las paredes, los materiales que se utilizaban también variaban algo en función de la latitud de las tierras. En los valles de Bielsa y Gistaí­n se usaban cantos rodados constituidos por granitos. Más al sur se usaban bloques de arenisca caliza que, con poco trabajo ofrecí­an grandes posibilidades para levantar muros. Para las chimeneas y bóvedas de hornos de pan se usaba una piedra muy porosa conocida localmente como «tosca». Sometiendo a altas temperaturas las rocas calizas tan abundantes en las sierras exteriores obtení­an la cal para adornar las paredes.

A finales del siglo XVIII una serie de viajeros ilustrados comenzaron a recorrer la comarca del Sobrarbe, bien atraí­dos por su historia o por su geografí­a. Joseph Traggia, los hermanos Abbad y Lasierra y el padre Faci se encontraban entre los primeros. Un Capitán de Ingenieros español, Vicente de Heredia, fue el primero en medir montañas como la Peña Montañesa, el Taillón y tal vez el Monte Perdido. El 10 de agosto de 1.802 el pirineí­sta francés Raymond de Charbonnií¨res acompañado por sus guí­as y por un pastor local, alcanzaron la cima de Monte Perdido. Otro visitante insigne de Sobrarbe fue Schrader.

Ya en el siglo XIX, importantes modificaciones variaron el rutinario discurrir de la vida de estas aldeas. Los pastos tradicionalmente habí­an venido siendo administrados por las comunidades pastoriles de los valles, pero estos perdieron su autonomí­a. Recordemos que en aquellos pastos limí­trofes con el paí­s vecino, existí­an unos acuerdos o «facerí­as» entre los ganaderos de ambos lados, por los cuales se regulaba el mutuo aprovechamiento de los mismos. A partir de ahora serí­a el Estado quien controlarí­a este y otros aspectos de estos valles como consecuencia de la fragmentación administrativa en municipios. La supresión de los señorí­os supuso un respiro para todas aquellas aldeas que durante tanto tiempo habí­an vivido bajo dominio señorial. Esta situación ha llegado hasta nuestros dí­as sin apenas cambios.

Monasterio de San VictoriánDurante el año 1.809 y en plena Guerra de la Independencia, Boltaña sufrió un saqueo, mientras, en Bielsa, se situó un destacamento español con el fin de controlar la lí­nea fronteriza.

En 1.833 se formó el partido judicial de Boltaña quedando incluido dentro del mismo toda la comarca de Sobrarbe. La llegada de la desamortización en 1.836 supuso el golpe definitivo a un maltrecho, desde hace ya tiempo, Monasterio de San Victorián. Fue en la segunda mitad de este siglo XIX cuando empezaron a mejorarse las comunicaciones.

En el año 1.885 se concluye la carretera iniciada hace veinticinco años entre Barbastro y Boltaña, aunque la intención inicial era hacerla llegar hasta Broto.

Llegó el siglo XX y con él, nuevos y sustanciales cambios llegaron a Sobrarbe. Comenzaron a trazarse nuevas carreteras y a arreglar otras ya construidas. La industrialización poco a poco surgí­a en distintos puntos del paí­s, incluso de la provincia. Al mismo tiempo que esto sucedí­a, en la gran mayorí­a de los pueblos de Sobrarbe todaví­a no habí­a electricidad ni agua corriente. Con este fenómeno social vino ligada una creciente demanda de mano de obra para las nuevas industrias y fábricas.

Comenzó el fenómeno de la emigración. En un espacio muy corto de tiempo, toda la unidad familiar que giraba en torno a las casas de todos los pueblos de Sobrarbe y que durante tantos años habí­a permanecido inalterable, fue derrumbándose a gran velocidad. Muchos pueblos comenzaron a quedarse casi vací­os, cuando no despoblados por completo. Mientras que unos pueblos quedaban vací­os, otros crecieron rápidamente. Barbastro, Monzón y Huesca fueron los destinos dentro de la provincia de estas personas; Barcelona, Zaragoza y otras ciudades fueron algunos de los destinos fuera de la provincia.

Al mismo tiempo que se producí­a este desmoronamiento social en Sobrarbe, fue de nuevo un francés quien se dedicó a recorrer todos los parajes más pintorescos de la comarca. Entre 1.899 y 1.912 Lucien Briet acompañado de su cámara fotográfica congeló instantáneas de paisajes espectaculares: Valle de Ordesa, Vió, Bielsa, etc. Otras personas, esta vez españolas, siguieron de alguna manera los pasos de este célebre francés: Julio Soler o Ricardo Compaire.

La Guerra Civil española escribió pasajes trágicos en Sobrarbe, controlado por las tropas republicanas. La ofensiva franquista de marzo de 1.938 originó la formación de la tristemente célebre «Bolsa de Bielsa». Un numeroso grupo de republicanos -compuesto en su mayorí­a por gente de la zona- que conformaba la 43 División quedó bloqueado por las tropas nacionales. Después de cruentos combates y derramamiento de mucha sangre, los republicanos, así­ como buena parte de población civil local por temor a represalias franquistas, se retiraron a Francia. Cruzaron andando y bajo condiciones adversas por el puerto de la Forqueta y por el puerto Viejo o de L’Agulleta, profusamente cubiertos de nieve.

Pantano de MedianoTodaví­a habrí­an de llegar a esta comarca más desgracias. La aparición de las compañí­as hidroeléctricas en la zona trajo consigo una de las peores consecuencias para el Sobrarbe. Se empezaron a construir embalses que, en aquellas zonas afectadas directamente por esta obra, no vinieron a facilitar más que la acelerada, cuando no obligada despoblación de esa zona. Nos estamos refiriendo a la presa de Mediano -construida a finales de loa años 60-, cuyo antiguo pueblo, del mismo nombre, yace sumergido bajo las aguas de este embalse. En otros casos, bastó simplemente la intención de construir una de estas obras para que, acompañado de otras medidas -expropiaciones forzosas- la despoblación se hiciera efectiva. Lo peor de este caso es que la presa no se ha construido. A pesar de ello, todas las repercusiones negativas inherentes a este proyecto sí­ que se han cumplido sobre el terreno. Obviamente, nos estamos refiriendo al caso de Jánovas.

Todaví­a hubo otros proyectos más, que por fortuna no llegaron a realizarse. Tal es el caso de la pretendida inundación no hace muchas décadas de un valle como el que conforma el Cañón de Añisclo, en la actualidad declarado Parque Nacional. No obstante la llegada a Sobrarbe de las compañí­as hidroeléctricas -ENHER, IBERDUERO y recientemente ERZ- también trajo algún aspecto, que sin llegar a compensar los negativos, pudieran considerarse como positivos. Muchas economí­as familiares se reconvirtieron. Dejaron atrás la tradicional economí­a agrí­cola y ganadera, para pasar a emplearse como trabajadores de estas compañí­as en las múltiples centrales construidas en la ribera del rí­o Cinca: Barrosa (construida en el año 1.920 aprox.), Urdiceto, Salinas (año 1.946), Laspuña (año 1.965), Pineta (año 1.923) y Lafortunada (año 1.932). En su conjunto, este sistema hidroeléctrico llega a alcanzar una potencia de 111.760 Kw. y una energí­a anual media producible de 366 millones de Kw/h.

Sistema del Cinca   Sistema del Cinca

Otra novedad sustancial de reciente aparición en Sobrarbe y que también ha provocado la reconversión, ya no sólo de economí­as familiares, sino de pueblos enteros, fue la llegada de la actividad turí­stica. La aparición de este factor se vio favorecida en un primer momento por la declaración del Parque Nacional de Ordesa en 1.918. Posteriormente este Parque Nacional. fue reclasificado en 1.982 ampliando el territorio protegido a los cañones de Añisclo, Escuaí­n y parte del valle de Pineta, afectando a un total de 15.608 has. La existencia en Sobrarbe de otros enclaves de gran interés natural favoreció la expansión del turismo. Además, el Gobierno de Aragón declaró como Parque Natural el macizo de Posets-Maladeta -Ley 3/1.994 de 23 de junio- que afecta a toda la cabecera del rí­o Cinqueta, en el valle de Gistaí­n. Del mismo modo el Gobierno Aragonés ha propuesto al ICONA la declaración de este espacio protegido como Zona de Especial Protección para las Aves -ZEPA-. También hay que señalar que la declaración del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara -Ley 14/1.990 de 27 de diciembre-, afectó de manera directa parte del sector más meridional de Sobrarbe.

Todaví­a queda por citar un aspecto negativo más, que si bien no se ha ejecutado, ha comenzado a augurar un oscuro futuro para los habitantes del valle de Gistaí­n. Se trata de la controvertida, polémica y nefasta lí­nea de alta tensión Aragón-Cazaril. Autopista de alta tensión en la que se conjugan intereses de todo tipo, de muchos y distintos sectores, menos el que engloba a todos los habitantes de este valle que serán los grandes afectados. Para defender los intereses de este sector de población, entre los propios habitantes del valle se creó en 1.985 una Coordinadora para la Defensa del Valle de Gistaí­n, apoyada por innumerables asociaciones conservaciones y ecologistas, tanto de ámbito regional como nacional. Fue anulado por sentencia del Tribunal Supremo el 19 de mayo de 1999. Pero la amenaza no ha cesado.

En lí­neas generales y al igual que en otros valles pirenaicos, la aparición del turismo ha hecho posible el nacimiento y proliferación de negocios del sector servicios -bares, restaurantes, hoteles, tiendas de alimentación y de souvenirs, cámpings, viviendas de turismo rural, etc.- En la gran mayorí­a de estos casos, las personas que regentan toda esta serie de servicios han sufrido la reconversión antes citada.

No obstante, si bien el turismo ha marcado a rasgos generales de manera favorable sobre todo el Sobrarbe, tampoco parece ser que sea el remedio contra todos los males de esta comarca. La gran expansión de este fenómeno social -al igual que viene sucediendo en todas las comarcas pirenaicas- ya ha comenzado ha presentar incompatibilidades en cuanto a un aprovechamiento racional de los recursos naturales de Sobrarbe, que en esencia, son su mayor fuente de riqueza. Grandes masificaciones de personas y visitantes como las que se están produciendo en lugares tan concretos como el Cañón de Ordesa, Valle de Pineta o barrancos de Guara; aumento de basuras y desperdicios así­ como una presión humana difí­cil de soportar como consecuencia de lo anterior; o la aparición del peor enemigo de todos, los incendios forestales -Puértolas, Bielsa o Sierra de la Cazaní­a, Guarguera y Serrablo-, deberí­an hacernos reflexionar sosegadamente respecto de la forma en que este aprovechamiento no llegue a perder la condición ideal de » sostenido».

Autor: Carlos Tarazona Grasa.

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